Patrocinado por:

Atención y defensa a nuestros mayores


En los diferentes periodos de la historia y en las civilizaciones más antiguas, la credencial del anciano en la sociedad fue de una categoría transcendental para la mejora de la misma, defendiendo unos valores que mantenían más fuerte la armonía y el respeto entre todos. Ciertamente es inadmisible que en esta sociedad, no  tomemos conciencia de  apoyo a este conjunto de personas que tantos beneficios nos aportaron y que permitieron con su labor y energía gozar de la libertad y el progreso obtenido.

Las personas somos seres con unos espacios desmedidos. En nuestra sociedad materialista y deshumanizada, existen individuos que nos emocionan y nos avienen .Si vagamos por este orbe, como todos hacemos, con respeto y miramos con el alma a los que tenemos a nuestro alrededor, habremos adquirido lo que en tantos años de prosperidad no hemos alcanzado.

Poseemos una sociedad manejada con invenciones para satisfacer necesidades aplicadas que supuestamente atraigan, pero en lo más íntimo permanece la desdicha. La convivencia diaria, la valoración y reconocimiento a cada persona por lo que es y cómo es, sería el gran éxito que  deberíamos  de tener vigente en cada situación. Es nuestro deber superarnos y ser mejores a diario ¡Cuánto tenemos que aprender de los mayores! El ser humano es digno de la mayor admiración.

Precisamos en nuestro entorno emprender  opiniones, concertar  impresiones y recobrar la alegría. Todos necesitamos de personas que nos atiendan atentamente, la soledad en la aglomeración es desmedida, pero todo estriba fundamentalmente de esa energía íntima, que origina esos cambios en nuestras vidas. Si transferimos ternura, se logra un juicio más hondo en situaciones que se  muestran de forma periódica, amontonando lo que el tesoro no puede alcanzar.

Continuamos sin establecer unos criterios para poder resolver esta traba con efectivo logro y ser implacables ante actuaciones inhumanas dirigida a  esta colectividad casi relegada por todos, fundamentalmente por nuestros gobernantes. La violencia y el maltrato a las personas mayores son más arduos de detectar. El no tratarles como se merecen  suele producirse en ambientes familiares o residenciales poco vigilados. Estas circunstancias hace muy difícil sacar a la luz este gravísimo problema social. Junto a esto, tenemos la gran complicación de miles de personas que viven en la más absoluta soledad, en sus casas y que debido a sus limitaciones no pueden desarrollar una vida normal.

Las Administraciones con estas competencias no están respondiendo de forma concluyente, es evidente que no se realizan los esfuerzos precisos para acabar con esta lacra que nos asola y que tan escaso apoyo general tiene. No queremos pensar mal, pero dejar a los ancianos al margen porque ya no nos aportan beneficios rentables, dice mucho de la sociedad que con grandísimo esfuerzo ellos construyeron para nosotros.